De todas las salas que pudimos visitar, la obra que más me impactó fue la de los fantasmas colgados del techo y con trozos de cristales alrededor de cada uno de ellos para formar lo que se podría denominar desde mi perspectiva “espejos fantasmagóricos”. La sensación que pude percibir de dicha obra fue tanto frialdad como incomodidad,sintiéndome vigilado desde un punto concreto, o mejor dicho desde varios puntos con esos sigilosos movimientos que realizaban por la acción del aire originado a partir del desplazamiento de cada persona.
Lo descrito forma parte de la vida cotidiana, ya que la vida está llena de misterios, como por ejemplo, aquello que no se hace visible pero que se encuentra alrededor nuestra, y que pretenden hacernos ver por todos lados y fragmentados.Se podría decir que es el espejo de la vida.
Me sentí como si en ese momento fuese el centro de atención, independientemente de las personas que se encontraban a mi lado.La incomodidad surgió a partir de la carencia de rostros de los componentes de la obra, y lo oscuro que se veía.
Referente al vernos “fragmentados” me quiero referir a la situación del mundo, con un desequilibrio y desigualdad social enorme, y por supuesto, las razas, ese término que el hombre ha impuesto cuando el mundo se creó sin fronteras y éste las fue creando con el fin de separar a las personas con diferentes rasgos unos a otros para intentar tanto convivir como compartir cualquier cosa.
En conclusión lo podría interpretar como una sombra que anda persigiéndonos a todos lados y de la que casi nunca nos percatamos de que existe, y por ello es una invitación a que no demos cuenta de ello, de lo que ignoramos y que, realmente, andan con nosotros y/o se encuentran en nuestro entorno.Es desacogedor ...